¡Ohhhhh! Parecía el destino, no se conocían, simples compañeros de trabajo, de repente, todo un flechazo. Días de juegos, asomados para escapar, se agarraban con pasión en los descansos. Promesas que ella no creía, pero que para él parecían ser muy verdaderas. Pronto pidió una vida a su lado.
Naira no se podía separar de él en el trabajo, si no Sergio le decía que ella aparentaba no querer pasar tiempo juntos. "¿Ah sí, te vas? ¡Pues vete!".-recriminaba el novio.
Paseando un día, entre conversaciones aparece esto:"Si es que todas las mujeres sois unas putas".-asegura entre carcajadas. Naira sobrecogida y dolida le rebate sus palabras, pero él continua con su afirmación. "¿Incluso yo?".-pregunta la chica esperando que fuese una de sus bromas, pero nada.
Ella debía callarse muchos de los momentos vividos, a Sergio no le gustaba escuchar ciertas cosas, situaciones que igual le incomodarían, pero que seguro que eran similares a las que Naira escuchaba de la boca de su novio, que menos mal que por ella decía ¡no! a muchas.
Mientras hablaban por teléfono ella sonreía sin querer, escuchar su voz, nada más quería, aunque fuese para oír palabras bromistas denominándola de foma vejatoria para una mujer. Gritaban, o hablaban alto, que más da, todo quedaba en agua de borrajas, siempre disculpaba sus formas de manera cómica; buena forma de rehuir.
"Tonteas mucho tú, ¿no?".-aseguró él preguntando. "¿De qué me hablas?".- se sobresaltó Naira. Ya estaba, ella acudía a él, parecía ofendido, pero la ofensa se la traspasaba a su novia, que iba a abrazarle mientras recibía un "Ahora, a tomar por culo, vete con el otro".
Naira notaba que todo se iba de las manos, dependía de él, de sus gestos, de sus palabras...pero por suerte se acabó. Amigos/as y familia abrieron los ojos a la chica, no estaba bien. En estos momentos es cuando Sergio se daba cuenta, ella era su vida, la mujer con la que quería ver crecer a sus hijos, era suya, de nadie más. No podía dejarla.
Un día le dio un arrebato, y la fue a buscar a su casa antes del trabajo, traía una carta escrita para recitársela como tantas vetes, pero ese día Naira supo decirle que no quería escuchar palabra alguna de su boca. Él destrozado la destrozó, y no a la carta. Con su rabia la agarró del brazo como tantas veces, no quería que se marchara de su vida. Los cinco dedos subieron hasta el cuello sin pretenderlo, es que Naira estaba a punto de soltar su mano del brazo y Sergio tuvo que atraparla por el cuello. Esta vez no controló su fuerza y ella murió entre su manos.
El sueño de morir juntos se había hecho realidad para el chico, ya que a los segundos y con el cuerpo de la que iba a ser su mujer en brazos, se arrojó desde el 5º piso en el que vivía.