Me siento incapaz de relejar los músculos, los únicos que no están en tensión son los tocados por la sonrisa, los demás, cada uno amarrado a un "no sé" diferente. La certeza es difícil de hallar y más cuando eres tú la responsable de la toma de decisión, columpiada en el vaivén de pensamientos, evanescencia y aparición pugnan con caricias en mi conciencia. Cada posibilidad es tan atractiva... , claro que todo es sintético, magnificado por ti para ver lo preparado como un acierto bonito, pensar que no te has equivocado, sentir que el futuro traerá consigo un porvenir que ahora no ves llegar ni aunque viaje en el AVE. Maneras de autoengaño dentro del mundo de las sombras que ya de por sí nos engaña. ¡Cómo intentamos llenar de consuelo a la materia gris con que todo se ve negro!.
Ahora toca contraponer, sacar lo bueno para encontrar el equilibro que vengo a buscar en mis palabras. Sin necesidad de lupa, mucho menos de tecnología avanzada, conseguiré observar que la vida no regala, si no que te hace ganarte poco a poco sus encantos. Aunque tampoco sé si esto es cierto, ya que parece que al llegar a la edad más cercana al dormir profundo, los encantos de la vida no han sido muchos, porque es entonces cuando la odias más que nunca. Ay señores de avanzada edad, que los tengo calados, ustedes lo que pretenden es autoconvencerse de que nada queda mejor que la muerte para así enfrentase mejor a los postines de la vida que no se pueden permitir debido a sus restricciones. Les recuerdo que, mientras quede un aliento, siempre se puede oler, ver, tocar, escuchar, saborear algo nuevo. Los placeres abstractos no tienen fecha de caducidad ni se encuentran en los supermercados, ahí está lo infinito que ni tan siquiera con la edad consigue desgastarse, debido a la condición de humanos, está dentro de nosotros sentir para ver, oler para escuchar, saborear para tocar lo inefable.
Gracias por hablarme entre líneas, con lo que he releído ya conozco tu enigma.